Tengo un par de Renos

6.11.07

Cuando las cosas no son lo que son



Cuando las cosas no son lo que son se convierten en cosas divertidas. Cuando cambian su utilidad real, dominada por el carácter aburrido del adulto, para pasar a desempeñar un papel dominado por la imaginación de un niño. Cuando eso pasa. La magia se apodera de ese momento. Y de ese lugar. Y sabes que los sueños se hacen realidad. Siempre. Solo tienes que utilizar tus ojos de niño. Esos que todos tenemos y que nos empeñamos en dejar vendados en algún cajón olvidado de nuestra casa.

En estos días he tenido la suerte de reencontrarme con ellos. Con esos ojos pizpiretos de niño inocente que hacía tiempo no utilizaba. Y fue toda una fiesta. Como cuando encuentras en el fondo del armario esa vieja camiseta que creías perdida.

Todo empezó en una visita al Monasterio del Escorial. Fui allí con mi hermana, mi cuñado y mis sobrinitos. Como turistas de pro hicimos nuestra cola para comprar nuestra entrada. Pasamos nuestro arco detector de metales. Nos pusimos nuestra pegatina identificativa como el ganado. Y nos pusimos a corretear por las estancias del monasterio. En un momento de nuestro recorrido llegamos a un pequeño claustro. Cuadrado. Rodeado de robustas columnas de piedra. Y, como buenos turistas domingueros, nos sacamos fotos. Mi sobrino quería entrar en el patio. Y le acompañé. Entonces se desató la magia. Porque aquel claustro se convirtió en un ring de boxeo bajo los ojos de mi querido Marco. Y gracias a él yo también lo vi claro. Sentí al publico en las gradas. Los guantes en mis manos. Y comenzamos una pelea digna del mejor campeonato del mundo.



A partir de ese momento los milagros no dejaron de sucederse. Un fantasma nos aterrorizó en medio de la ciudad de Nueva York. Y nosotros gritamos. Y gritamos. Y gritamos. Intentando huir de su aterradora presencia por las calles de la Gran Manzana. No estábamos en el Parque Warner. Ni con un muñeco mal hecho de Halloween. Estábamos en Nueva York.



Y para huir de aquella fantasmagórica presencia robamos una moto de policia y nos dimos a la fuga. Conducía mi sobrino con gran pericia. Mientras yo me agarraba fuerte a su cintura. Confiando en su maestría en la conducción. Al final le dimos esquinazo al fantasma. Y nos fuimos a comer unas hamburguesas. Ya que estábamos en Estados Unidos...



Son maravillosos los ojos de los niños. Yo pienso dejar los míos libres, para que cuando quieran me dejen ver lo que los mayores no pueden.

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1 Comments:

At 16:34, Blogger Unknown said...

Hola Fer!!!! que bien la pasas con tu sobri, no??? protagonista absoluto de tus últimas historias....

¿Cuándo nos vemos?? y el gimnasio??? para cuando??? Por Dios!!!!!!

Besos miles.

 

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