Tengo un par de Renos

14.9.06

NO SMOKING

Hace ya algunos cientos de años. Incluso miles. Aristóteles se aburría en su Atenas natal. Sentado en una roca frente al mar decidió pasar el tiempo haciendo aquello que mejor sabía. Pensar. Jugó con los pelillos canos de su barba en busca de inspiración. Hizo lo propio con los de su nuca. Y pensó. Escrutó cada rincón de su mente, pero ninguna idea parecía esconderse allí. Empezó a enfadarse. Porque Aristóteles era muy bueno pensando. Pero tenía mucho carácter y poca paciencia.
Decidió que ya era suficiente. Que ya había pensado bastante por aquel día. Y cuando estaba a punto de abandonar aquella roca frente al mar. Cuando había decidido tomar un buen vaso de vino en la polis. Entonces. Las musas le regalaron su presencia. Pasaron la tarde juntos. Riendo. Charlando. Debatiendo. Y de aquel fructífero encuentro, nació, por lo que sé, un hijo bastardo del filósofo. También uno de sus grandes pensamientos: "la virtud consiste en saber dar con el término medio entre dos extremos, extremos que por ser tales son vicios".
Pues bien. Gracias al señor Aristóteles, he de confesaros que soy muy poco virtuoso. O lo que es lo mismo, que tengo más vicio que una gallina en época de celo. Y es que siempre he sido muy de extremos. De todo o nada.
Tomemos como ejemplo el tabaco.
La primera vez que fumé un cigarrillo estaba en 5º de E.G.B. Por aquel entonces, en casa la comida era sagrada. Teníamos que esperar a que papá llegara de trabajar. Tic. Tac. Tic. Tac. El motor de un coche que se apaga. Pasos. Ruido de llaves. Ya está aquí. Mi hermana y yo saltábamos del sofá como locos, e íbamos corriendo hasta la puerta para darle un abrazo. En parte porque nos alegrábamos mucho de verle. En parte porque teníamos un hambre voraz. Luego mamá le daba un beso en los labios. El ritual ya había finalizado. Y podíamos comer. La cena, sin embargo, era distinta. Cada uno llegaba a una hora y se preparaba lo que quería.
Por las tardes, cuando llegaba del cole, siempre era el primero. Tenía toda la casa para mí. Entonces comenzaba mi particular ritual. El ritual de la cena. Dejaba la mochila en mi cuarto, me iba a inspeccionar el mueble-bar y cogía una botella cualquiera. Me servía un chupito. No me importaba mucho de qué licor se tratara, pues los quería probar todos. Sí. Ya sé. Muy selectivo tampoco he sido nunca. Luego abría una gran caja de hojalata que guardaba en su interior cigarrillos Ducados. Cuidadosamente seleccionaba uno, intentando que su ausencia pasara desapercibida a ojos extraños. Y me sentaba en el balcón a disfrutar de los placeres que, por niño, me eran prohibidos. Jugaba a coger el cigarrillo de todas las maneras posibles. Con gracia. Con un punto macarra. Con glamour. Imaginaba que era una estrella de cine. O un gran escritor. Era feliz.
Lo cierto es que no recuerdo muy bien cómo empezó todo. Ni por qué lo hacía. Pero me gustaba. Sin embargo, yo no sabía que el señor Aristóteles, con sus grandes ideas, ya había decidido tiempo atrás que yo habría de ser un vicioso.
Cada segundo. Cada hora. Cada día. Mi cuerpo pedía más nicotina. Y lo que comenzó como un pitillo furtivo, muy pronto se convirtieron en dos. Luego en tres. Más tarde en cuatro y dos chupitos. Y, finalmente... en ninguno. Mi cerebrito de 9 años no calibró los puntos flacos del plan. Y el plan fracasó. Mi mamá, que siempre fue muy lista, se percató del descarado desfalco que alguien estaba haciendo en aquella caja de hojalata. Ella no fumaba. Mi hermana tampoco. Mi padre lo había dejado hacía tiempo. Con lo cual estaba claro que el mocoso de su hijo se había enganchado a los Ducados. Una tarde, al abrir la caja, la encontré vacía y triste. Había sido cazado. Aunque nunca se habló del tema, decidí dejar de practicar mi ritual. El alcohol, con el que siempre tuve más cuidado, no me costó mucho abandonarlo. Pero el tabaco... Esa fue la primera vez que intenté dejar de fumar.
Otros muchos intentos llegaron pasados los años. Hasta siete, creo. Probé con la acupuntura. Con la hipnosis. Con parches y chicles de nicotina. Con los cigarrillos falsos de la farmacia. Hasta probé con la fuerza de voluntad. Pero siempre encontraba una excusa absurda para volver.
La última vez que lo intenté, hará una semana, la excusa no fué tan absurda. La última vez llegaron ellos. Y mi vida cambió para siempre.

6 Comments:

At 22:38, Anonymous Anónimo said...

Hola caracol, anímate mucho que a la octava va la vencida.
Ah, quiénes son ellos?
PD acuérdate que tengo tu disco de la saky.
un besin

 
At 06:31, Blogger marta en parís said...

Pero que jevi eres, de verdad... en 5º de EGB? Chupitos? Ducados? El problema es la falta de voluntad. Ya sabes: Querer Es Poder. Y tú NO QUIERES. Lo que quieres es sostener el cigarro con glamour, como un actor de hollywood de los años 20. Como todos, vaya.

 
At 14:31, Blogger kuu said...

Holaaaaa!!

No sabemos si hoy por hoy, has conseguido tu proposito de abandonar el vicio, solo te decimos que en el contrato del piso que hemos firmado, ESTA PROHIBIDO FUMAR!!!! (Y no solo en casa sino en todo el edificio...)Muy fuertes los rubitos estos...

 
At 19:03, Anonymous Anónimo said...

Hoy dejas de fumar... que lo has prometido... jajajajaja... leyendo tu blog me he acordado de esa mítica fiesta en la que le robaste el tabaco a M. (la spice girl pija) cuando estaba medio en coma en el sillón...

BesosXXXXX

 
At 19:41, Anonymous Anónimo said...

Bueno, Fer, por lo menos sabes que como eres un chico de extremos, el día que realmente, y he dicho REALMENTE dejes de fumar, será para siembre.
Ánimo!! Besicos

 
At 14:16, Anonymous Anónimo said...

Ya... nunca me olvidaré de ver como mi sister, la spice rubia, aprovechaba mi estado para mangarme el tabaco. Menuda chunga...
Ánimo con la dejada de fumar!qué fuerte, nadie se lo cree... yo sí porque como eres de extremos...

 

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