Tengo un par de Renos

9.9.06

I LOVE BICHITOS

Nací y me crié en San Gabriel, un barrio de las afueras de Alicante con vocación de pueblo. Cuando era crío, no teníamos centro médico. Tampoco un instituto. Ni supermercado. Por no tener, no teníamos ni asfalto en las calles. Recuerdo que si te caías echando una carrera con los amigos del colegio, te quedaban las rodillas marcadas de por vida. Yo tengo mi cicatriz. Creo que en San Gabriel todos la tenemos.
La mayoría de las casas eran plantas bajas con un patio interior. Mi abuela tenía en el corral un limonero enorme, al cual nos encaramábamos para jugar a indios y vaqueros. También tenía un gallinero en el que había de todo. Gallinas. Conejos. Palomos. Mis primos y yo le ayudábamos a darles de comer. O a recoger los huevos frescos. Incluso a veces, en la época de cría, nos dejaba coger a los bebés. Sólo un ratito. Para que sus padres no los rechazaran.
Siempre que pienso en mi infancia me veo rodeado de animalitos. Creo que esa es la razón por la cual siempre me han gustado. Por la que siempre he tenido mascotas. Sin embargo, mi relación con el reino animal no ha sido nunca feliz. Al contrario. Ha sido más bien trágica. Pese a mis esfuerzos por ser una buena madre para mis niños, creo que he fracasado estrepitosamente en el intento. ¿No me creéis? Seguid leyendo. Ya vereis.
PIM-PAM-PUM: eran tres pececitos preciosos. Los tres compartían pecera en el salón de casa. Yo era muy pequeño y me podía pasar la tarde entera viéndoles nadar. Pero me daban pena. Pensaba que se aburrirían enormemente en un espacio tan pequeño y monótono. Así es que me inventé un juego para entretenerles. Los cogía con la mano, los sacaba de la pecera y los volvía a dejar caer desde una altura más que considerable para un pez. A mí me encantaba tirarme desde el trampolín en la piscina. Y supuse que a ellos también. A los dos días de comenzar aquel juego los encontré nadando panza arriba. Los había reventado. Mi madre, cuando se enteró, estalló en colera. Me dijo que Dios estaba muy enfadado conmigo porque era malo. Me sentí como un asesino. Me pasé toda la noche esperando a que un rayo divino atravesara el techo de mi habitación y acabara con mi sucia vida. Dios y mi madre tenían razón. Era malo.
DICK: era el perro de mi abuela. Era muy cariñoso y se pasaba el día entero lamiéndote la mano para jugar. Pero al pobre le salió una especie de cancer raro. Debía dolerle mucho. Se ponía a dar vueltas como un loco intentando morderse la cola. Y cuando lo conseguía, se preparaba unas de campeonato. A mi me hacía gracia verle dar vueltas como una peonza. Por eso, en los escasos momentos que tenía de paz, allá que iba yo a estirarle de la cola. Saltaba. Ladraba. Y daba vueltas y vueltas. Yo me partía de risa. Al final tuvieron que sacrificarlo. Yo me quedé muy triste. Definitivamente era malo.
PAJARITO: era un canario muy alegre. Le encantaba bañarse en la piscina a escala que le hizo mi padre, aunque lo ponía todo perdido. Si acercabas el dedo a la jaula, abría sus alas de par en par y te lo picoteaba. Lo teníamos en el balcón. Día y noche. Aunque a mi padre no le parecía buena idea que durmiera a la intemperie, yo lo decía que así podía ver el mundo. Cuando quisiera. Aunque fuera a través de unos barrotes. Una mañana fui a darle los buenos días y sólo encontré la cabeza de pajarito. Otro pájaro se lo había comido. La jaula estaba ensangrentada y llena de plumas. Pajarito me miraba fijamente con los ojos entreabiertos. Suplicante. Nunca quiso ver mundo. Ese pajaro sí que era malo. Yo también.
CLEO: era un gabo. Una mezcla entre ratita y ardilla. Era toda negra, con una cola larguísima y muy suave. A Cleo la rescaté de una tienda de animales horrible. Cuando entré con una amiga, la dueña, una señora medio calva, con cuatro pelos grasientos, la estaba maltratando. No pude soportarlo. La adopté. Estaba tan traumatizada, que cuando la sacaba a pasear o la cogía en la mano se cagaba. Literalmente. Un día que iba a limpiarle su jaulita estaba una prima pequeña en casa. Me pidió que le dejara coger a Cleo. Pese a no fiarme mucho de ella, acepté. Nada más ponerle a Cleo en las manos se puso a chillar como una histérica y la dejó caer al suelo. Se rompió la columna vertebral. Se quedó más o menos como la madre del rey Don Juan Carlos. El sentimiento de culpa me acompañó hasta su muerte. Nunca debí habersela dejado a mi prima. Seguía siendo malo.
No estan todos los que fueron. Atrás se han quedado los pollitos que murieron congelados. La liebre que mató mi padre de una pedrada y luego nos comimos en una paella dominguera. La chinchilla que regalé a un bacadalero a través del periódico. Y otros muchos más de los que no me quiero ni acordar.
Ahora entendereis mis miedos. Mis traumas. Mis paranoias respecto a los animales. Y también entendereis la promesa que me hice algún tiempo.
Nunca.
Jamas.
Bajo ningún concepto.
Volvería a tener una mascota.
Pero la vida es muy puta. Y a veces te trae sorpresas...

10 Comments:

At 06:27, Anonymous Anónimo said...

Hola!

 
At 14:52, Blogger marta en parís said...

Qué triste me he quedado con la historia, especialmente la de pajarito, que me ha impactado. Que secretito escondes? Tengo muchas ganas de saberlo!

 
At 19:42, Blogger anita canelita said...

hello, muy bonita tu historia, pero muy larga, ehhh!!!

Como llevas el tema, temita.
Ah y ya escribire algo, pero empece y me aburri a los dos parrafos.

Cuidate besitines

 
At 22:21, Anonymous Anónimo said...

Amante, qué fuerte!!!!
Ahora es cuando realmente te empiezo a conocer. Durante todos estos años en los que he disfrutado de tu perfecta amistad, he estado engañada. El que creía que era un chico cariñoso, sincero y amante de la naturaleza... resulta que es un granjero frustrado y asesino de mascotas. Joder, yo que me iba a comprar una tortuga de tierra y te iba a dejar las llaves de mi casa para que me la cuidaras en mi ausencia... Vamos, que no te dejo ni llaves ni ostias, pobre tortugitina...
Menos mal que me consuela el saber que aunque con los animales no tienes mucha maña, con los niños eres la ostia; y si no que se le pregunten a tus sobris: Martín, Marco, Hugo y Julia. A mi Juli te la dejo yo con los ojos cerrados y más a gusto que un arbusto.
Moraleja: nadie es perfecto en todo.

 
At 14:00, Anonymous Anónimo said...

hola hola!
porqué no dices el nombre de la amiga que te acompañó a por cleo???????guapísimo, pensé que te había perdido el rastro para siempre!!!!!!

 
At 17:00, Anonymous Anónimo said...

Hola Fer, soy Su (Me he enganchado a tu blog!!!)

Todavía no me he recuperado del mítico baile entre Collin y Gong Li en La Habana...

Yo hecho de menos al Doggy, al Goldy y a la Pitufa, los únicos tres perros que he tenido en mi vida... creo que mi próxima mascota será un novio :)

Nos vemos el jueves, guapísimo

 
At 22:39, Anonymous Anónimo said...

Bueno, aunque no he sido INVITADO a leer tu blog, o como leches se llame, he de decirte que, por un momento, he rememorado viejos tiempos pasados en los que yo era tu primo mayor y tu un pitufo pequeñin y gordito, que era pasto de mis malvados planes de juegos, je je je... y por otra parte que con el paso del tiempo te has convertido en mi primo mas allegado y al cual profeso mas afecto de todos.

No se lo que tienes, pero, que se yo, leches!!!, que me ha enganchado tu primer relato, asi que espero impaciente otro chute de tu inequivocamente fabulosa prosa.

Tu primo el photographer reporter... Smuack...

 
At 19:55, Anonymous Anónimo said...

Voy a denunciarte a Green Peace

 
At 03:53, Blogger anita canelita said...

Hello fer, que fuerte que desde el ordenador de mi casa no se ve tu contador, pero que esta pasando!!!!!!
esta desapareciendo todo, ohhhhhhhhhh

Por cierto, he hecho unos arreglos en mi blog, pum. je je

 
At 10:25, Anonymous Anónimo said...

Cariño, no puedo escribirte otro comentario ahora, para hacer esto he nesesitado más de 20min. Y es que los niños estretienen mucho más que cualquier mascota.
Ve a leer mi comentario donde pone: 4 comentarios. Y que sepas que no alvido lo de la alfombra roja.

 

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